Las aguas mineromedicinales son soluciones difícilmente reproducibles de manera artificial, dotadas de peculiaridades propias sobre el organismo humano sano o enfermo que justifican sean declaradas de utilidad pública por los organismos oficiales competentes.
Estas aguas han alcanzado su composición debido a las especiales características de esta molécula, que, por su pequeño tamaño, su disposición angular, su elevado momento dipolar y su capacidad de formar puentes de hidrógeno, es capaz de disolver fácilmente sustancias iónicas y polares en condiciones normales de presión y temperatura.
Las sustancias disueltas que presentan las aguas mineromedicinales, recogidas en su fluir por las capas freáticas, son función de la superficie de contacto, de la topología del terreno, de la temperatura, de la presión y del tiempo de contacto.
Algunas de estas sustancias les proporcionan propiedades curativas y su empleo se remonta a los orígenes de la humanidad, como lo atestiguan los asentamientos que se sitúan en sus cercanías.
Las peculiares características organolépticas que presentan estos manantiales, como la elevada temperatura de las aguas hipertermales, la presencia de gases de las
carbogaseosas, el olor a huevos podridos de las sulfuradas, el sabor salino o amargo de las cloruradas o magnésicas y el color rojizo de su entorno de las ferruginosas, movió al hombre a probar sus posibles efectos utilizándolas cuando descubría su eficacia.
La capacidad curativa de las aguas y la relación composición-actividad, alentó a los médicos hidrólogos en su afán por conocer el origen y naturaleza de sus
componentes beneficiosos, empujando a su vez a los químicos a desarrollar técnicas analíticas que los descubrieran y cuantificaran.